Usando Turbidez para monitorear filtros de reciclaje de Retrolavado
El proceso de tratamiento de aguas potables es diferente a lo largo de los continentes y siempre cambiante debido a los adelantos tecnológicos, pero la meta final es universal: Retirar los contaminantes para producir agua potable segura.
En el proceso de tratamiento de agua potable, las fuentes habituales son aguas superficiales y subterráneas o una combinación de ambas, posteriormente son tratadas en un proceso de múltiples pasos que retira patógenos transmitidos en el agua y reduce significativamente la turbidez, los contaminantes químicos y biológicos. Un paso fundamental en el proceso involucra la filtración, donde el agua pretratada pasa a través de un filtro (Ej. Arena, Grava, Antracita) para retirar la turbidez residual. Con el tiempo, el medio de filtro se torna menos eficiente en la remoción de sólidos suspendidos como partículas que se acumulan en y entre el medio. Un procedimiento de limpieza, llamado retrolavado, es entonces implementado. El agua potable tratada es forzada a través de un filtro en sentido opuesto al flujo normal, desalojando partículas acumuladas. Los filtros son retirados de la línea para retrolavado en base a las horas de funcionamiento, la turbidez y/o el recuento de partículas del efluente o pérdida de carga. Durante el proceso grandes volúmenes de aguas residuales del retrolavado son producidas. Estas aguas de desecho poseen una alta turbidez, niveles elevados de bacterias y otros contaminantes inorgánicos tales como hierro, manganeso y aluminio. En caso de un acceso limitado a las fuentes de agua o en el caso de un proceso eficiente el agua residual del retrolavado puede ser redireccionada al comienzo del proceso de tratamiento.
En el 2001, la Agencia de Protección Ambiental de USA (US EPA), estableció las reglas de reciclaje de filtros de retrolavado, en donde se establecen los requisitos, registros y prácticas necesarias para el tratamiento de estos residuos. El objetivo principal de esta regla es asegurar que las prácticas de reciclajes no comprometan la habilidad de las plantas de tratamiento de producir agua potable segura. Si una planta de tratamiento opta reciclar su agua de retrolavado, es su responsabilidad asegurar que el agua adicional puede ser tratada con las técnicas seleccionadas y que la calidad del agua potable no se verá afectada por contaminantes adicionales contribuidos por el flujo residual. Los contaminantes de preocupación para las plantas de tratamiento reciclando flujos residuales incluyen: Criptosporidium, Giardia, Hierro,
Aluminio, Manganeso, pH, Turbidez y sub-productos de la Desinfección (DBP).
El control de turbidez es esencial en el proceso de agua potable; altos niveles de turbidez incrementan la probabilidad de altas concentraciones de patogenos como Criptosporidium y Giardia; perjudiciales para los humanos cuando son ingeridos. Materia Orgánica o inorgánica, como algas, hojas, limo y arcilla, provee refugio para patógenos transmitidos por el agua y reducen la eficiencia de la desinfección. La Filtración es la última etapa del tratamiento que es la responsable de reducir la turbidez bajo los requisitos de la regulación.
Una planta de tratamiento de agua potable que reciclaba su agua de retrolavado buscaba renovar los medidores portátiles de turbidez con los que se evaluaban los medidores en línea.
La planta de tratamiento contenía un total de 8 filtros de antracita, arena y arcilla de gravedad rápida, 6 de los cuales aplicaban un proceso de retrolavado para su limpieza y 2 se encontraban fuera de uso. Durante la filtración, la turbidez se monitorea de manera constante en el filtro del efluente o el agua del retrolavado en el proceso de limpieza. La planta de tratamiento debe asegurar de acuerdo a las regulaciones estatales que la turbidez de su filtro efluente sea menor a 1 NTU en cualquier momento.
El agua de retrolavado gastada fue monitoreada para turbidez para establecer la tendencia de la calidad de agua durante periodos donde el flujo residual del retrolavado era reincorporado a la fuente de agua de la planta. Esto resalto pequeñas variaciones al momento de reincorporar aguas de retrolavado e hizo necesario de algunas modificaciones a los procesos de tratamiento para tener en cuenta los contaminantes adicionales introducidos por el flujo residual del retrolavado. De esta manera se logró mantener a conformidad los requerimientos estatales de contaminantes primarios y secundarios.
Hanna Instruments recomendó el medidor de turbidez portátil conforme a EPA HI 98703. El cliente apreció el amplio rango de medición del medidor, ya que su filtro de efluente tiene muy baja turbidez y el agua de retrolavado niveles elevados. El medidor cumple y excede el método 180.1 para agua potable, por lo que permite la detección de 0.02 NTU o menos cuando es bajo 1.0 NTU. Este medidor utiliza una lámpara de filamento de tungsteno, con un ángulo de la aceptación por el detector de luz centrado a 90°±30° y no supera 10 cm de la distancia recorrida por la luz incidente y la luz dispersada en el tubo.
El cliente aprecio el estándar de calibración AMCO-EPA de polímero primario suministrado en la versión HI 98703C, el cual viene con certificado de precisión y fecha de expiración. Esta característica evitaba la preparación diaria de nuevos estándares. De manera adicional y como una gran herramienta en la generación de informes, el cliente resalto la memoria que permite almacenar hasta 200 lecturas y el modo EPA que ajusta los parámetros según los requerimientos de reporte EPA. En resumen, el compacto, preciso, medidor portátil de turbidez cumple con todas las necesidades de los operadores de tratamiento de aguas.